“DOS DE CADA DIEZ MENORES SUFREN SÍNTOMAS DE DEPRESIÓN” – ENTREVISTA A LUIS LOZANO

7 Nov 2007

Recientemente se celebraba en Avilés el III Ciclo de Charlas «Avilés, ciudad saludable», organizado por el Ayuntamiento de esta ciudad, en el que participaba el psicólogo Luis Lozano con una ponencia sobre trastornos mentales en la infancia.

En su disertación, Lozano se basó en los resultados de un estudio realizado en el año 2006 con una muestra de 2.000 alumnos asturianos de entre 7 y 25 años de edad, en el que se concluye que un 20% de los niños que cursan estudios de primaria sufre síntomas depresivos. Infocop Online se ha interesado por los resultados de este estudio y, coincidiendo con la celebración de este ciclo de charlas, ha querido entrevistar para sus lectores a Luis Lozano.

 

           Luis Lozano

Luis Lozano es Licenciado y Doctor en Psicología por la Universidad de Oviedo. Ha publicado, entre otros trabajos, el libro titulado La lectura. Estrategias para su enseñanza y el tratamiento de las dislexias. En relación con el tema de esta entrevista, ha sido galardonado, junto con los doctores Eduardo García Cueto (Universidad de Oviedo) y Luis Manuel Lozano Fernández (Universidad de Jaén), con el premio TEA 2006 por la elaboración del Cuestionario Educativo Clínico: Ansiedad y Depresión (CECAD). En la actualidad, Lozano trabaja en el Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica de Avilés (Asturias).

En esta entrevista, el responsable de esta investigación habla sobre cómo se concibió este estudio y de los resultados más destacados del mismo.

ENTREVISTA

Usted ha inaugurado esta tercera edición del ciclo de charlas «Avilés, ciudad saludable», con una disertación sobre los trastornos de ansiedad y depresión en la población infanto-juvenil asturiana. Para ello, se ha basado en una investigación llevada a cabo con población estudiante. ¿Qué le llevó a su equipo a realizar un estudio de estas características? ¿Qué objetivos se planteaban con el diseño de una investigación de este tipo?

El trabajo diario con alumnos tanto de Educación Primaria como Secundaría, nos hizo ver que la infancia no siempre es tan feliz como los adultos tendemos a pensar. Nos dimos cuenta de que la evaluación psicopedagógica no explicaba completamente las dificultades de las que padres y profesores nos informaban sobre los niños con problemas escolares, si no abordábamos la evaluación de los aspectos emocionales.

En esta primera fase de la investigación nos marcamos como primer objetivo elaborar una prueba diagnóstica que, utilizando menos tiempo del que dura una clase, nos diese información sobre aspectos tan importantes como son los niveles de ansiedad y depresión en los estudiantes. Una vez elaborado el Cuestionario Educativo Clínico: Ansiedad y Depresión (CECAD) con este fin, nos proponíamos comprobar las prevalencias de estos trastornos, teniendo en cuenta el género y las diferentes etapas educativas: Educación Primaria, Secundaria, Bachillerato y Universidad.

Además, se han analizado las relaciones de las diferentes dimensiones del CECAD con el rendimiento académico.

Centrándonos en el estudio llevado a cabo. ¿Cuáles son sus características principales?

El estudio se ha realizado con una muestra, entre el estudio piloto y el normativo, de más de 3.000 personas residentes en el Principado de Asturias. El rango de edad va de los 7 a los 25 años, abarcando todo el sistema educativo español.

 

La elaboración de los ítems del CECAD partió de la idea de que la ansiedad y la depresión eran dos trastornos diferenciados, por lo que se diseñaron ítems que abordasen tanto la disforia, como los miedos y los indicadores psicofisiológicos más propios de la ansiedad.

El formato de respuesta es de tipo Likert, con cinco alternativas, con el objeto de no obligar a aceptar o rechazar de forma absoluta ninguna conducta, idea u opinión como ocurre en las respuestas dicotómicas que utilizan muchos de los cuestionarios que existen en el mercado destinados a evaluar las variables de personalidad. Además, este tipo de respuesta que hemos usado aumenta la fiabilidad de la escala al incrementar la dispersión de las puntuaciones.

La prueba definitiva, con 50 ítems, evalúa los niveles de ansiedad, depresión, irritabilidad, inutilidad y problemas de pensamiento. Todas las escalas aquí señaladas presentan una alta fiabilidad.

¿Qué resultados se pueden extraer de esta investigación?

En primer lugar, desde el punto de vista psicométrico, se obtuvo un único componente relevante; dato éste que parece señalar la unidimensionalidad del CECAD. No obstante, desde un punto de vista estrictamente clínico, las cinco escalas señaladas anteriormente han alcanzado una alta fiabilidad.

En segundo lugar, llama poderosamente la atención el alto porcentaje del alumnado que muestra sintomatología ansiosa y/o depresiva. Tanto es así, que un 20% de los alumnos y alumnas de Educación Primaria muestra síntomas aislados de ansiedad y depresión, y un 10% se podría diagnosticar de trastorno ansioso o trastorno depresivo.

¿Hay algo más triste que el que un niño en formación se considere inútil? Pues bien, en torno al 25% mostraba algún pensamiento de inutilidad y un 11% alcanzaba puntuaciones muy preocupantes en esta dimensión. En la misma línea, están las puntuaciones en irritabilidad.

Otro dato que se puede concluir es que existe una estrecha relación entre bajo rendimiento académico y altas puntuaciones en todas las escalas del CECAD. Igualmente, aparece una gran relación entre alto rendimiento académico y bajas puntuaciones en las escalas de este instrumento.

Como usted ya ha indicado, en este estudio se comparan las poblaciones de estudiantes de Primaria, Secundaria, Bachillerato y Universidad segregados por género. ¿Qué diferencias o similitudes se encuentran entre ambas poblaciones? ¿Qué nos encontramos en cuanto a la variable género?

Hay una similitud preocupante: tanto en Primaria como en Secundaria, los niveles de ansiedad y depresión son mucho más altos de lo que profesores, padres o gente en general considera que existe.

En cuanto a las diferencias, algunas son muy interesantes en cuanto a los análisis que nos obligan a realizar a todos los implicados en el trabajo con niños/as y jóvenes. Si en Primaria no se encuentran diferencias significativas entre los niños y las niñas en ninguna de las variables analizadas, en Secundaría las chicas y los chicos empiezan a recorrer caminos diferentes en la forma de mostrar sus problemas. Las chicas puntúan significativamente más alto que los jóvenes tanto en ansiedad como en depresión. Es decir, las jóvenes tienden a mostrar las conductas problemáticas más «hacia dentro», tienden a centrarse más en su cuerpo, a sentir más síntomas físicos, etc.; mientras que los chicos las muestran «hacia fuera» con protestas, gritos, agresiones, etc.

Todo esto nos debería llevar a preguntarnos qué hace la sociedad, a través de la escuela y las familias, para que se dé este patrón de resultados. Sea cual fuere la respuesta, la conclusión final es que hay que cambiar la forma de relacionarse que tiene el adulto con el niño y con el joven, para poder prevenir estos trastornos emocionales en nuestra población infantil y juvenil.

Tal y como se recoge en diversos medios de comunicación, usted ha señalado en su ponencia que «los padres y profesores todavía no hemos asumido que un niño, por el hecho de ser niño, puede tener una enfermedad psicológica severa», enfatizando así la importancia de padres y docentes en la prevención y detección de este tipo de patología. ¿Qué recomendaciones se podrían extraer de la investigación que ha llevado a cabo?

 

Aunque yo no he hablado nunca de «enfermedad psicológica», sí quiero enfatizar el importante papel que cumplen el docente y los padres en la prevención y/o tratamiento de estos trastornos emocionales.

Una recomendación básica que se puede hacer es que los padres y los maestros han de ser mucho más conscientes de que este tipo de problema se puede dar, al igual que en los adultos, en sus hijos y alumnos. Es por ello, que la segunda fase de esta investigación tiene que ver fundamentalmente con la elaboración de unas guías de actuación tanto para padres como para maestros, dirigidas a la población en general, no únicamente a los niños o jóvenes que ya estén padeciendo este tipo de trastornos, con el objeto de prevenir su simple aparición, y lograr, de esta forma, niños más equilibrados y sonrientes.

Desde un punto de vista psicológico, ¿qué acciones cree que deberían realizarse para prevenir este tipo de patologías en la población infanto-juvenil? Y dentro de ellas, concretamente, ¿qué papel debe desempeñar el psicólogo en los centros educativos?

Es cierto que a la escuela se le atribuye todo tipo de responsabilidades, incluso aquéllas que son principalmente de los padres o de otros sectores sociales ajenos a la propia institución educativa. No obstante, creemos firmemente que la escuela no se ha de centrar únicamente en el desarrollo cognitivo, curricular del niño.

Un pilar fundamental del ser humano es el desarrollo emocional. Por esto, tanto los padres como los profesores conjuntamente, sin delegar ninguna parte en la otra, se han de preocupar de cómo actúan con los niños justo en los momentos de su desarrollo en los que son más influenciables y las conductas de los adultos pueden afectarles especialmente. De aquí nuestro empeño en elaborar esas guías de actuación para que los maestros las incorporen a su quehacer diario en las aulas con todo el alumnado; y también, por otro lado, para que los padres puedan conocer cómo actuar en diferentes situaciones y ante diversos problemas que puedan generarse en las relaciones con sus hijos.

En este momento convulso en el que la definición de las funciones del psicólogo está trayendo grandes complicaciones sociopolíticas, consideramos que el psicólogo escolar ha de superar su actual papel de «etiquetador», a partir del cual el sistema educativo dispensa los recursos necesarios para atender las necesidades educativas que aparecen en el informe psicopedagógico correspondiente.

Se han de transformar en unos profesionales de la salud en el amplio sentido de la palabra. De esta forma se favorecerá la puesta en marcha de estrategias preventivas y/o terapéuticas a nivel global en los centros educativos, donde, además de lo curricular, se aborde el desarrollo emocional, superando esa falsa dicotomía entre lo escolar y lo clínico para centrarse únicamente en el niño o joven.

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