LA DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA: ESTUDIO DE UNA MUESTRA DE ALUMNOS DE LA ZONA SUR DE MADRID CAPITAL

21 Jul 2006

Valentín Martínez-Otero

Universidad Complutense de Madrid

Ninguna edad escapa a la depresión, sin embargo, en la infancia y en la adolescencia hay unas notas diferenciales con respecto a la manifestación de este trastorno del estado del ánimo en la edad adulta.

Desde hace pocas décadas ha aumentado el interés por la depresión en los primeros tramos vitales. Con anterioridad, se negaba, por ejemplo, la posibilidad de su presentación en los niños: la infancia era, por fuerza, una «etapa feliz». Aún cuando la dolorosa evidencia se ha abierto paso, a veces surgen los desacuerdos teóricos y las desigualdades en los informes acerca de su frecuencia en este periodo del ciclo vital.

En la adolescencia, aproximadamente entre los 12 y los 20 años, no siempre es fácil detectar la depresión; pero los problemas familiares, la disminución del rendimiento escolar, los delitos, el abuso de drogas, los trastornos de la conducta alimentaria, etc., pueden hacernos sospechar que el adolescente sufre un estado depresivo.

Algunos trabajos alertan de la extensión de la depresión infanto-juvenil. Nuestro temor apunta en la misma dirección. Más allá de que aumente la incidencia de los trastornos depresivos entre la población adolescente, su prevalencia es suficientemente digna de consideración y oscila entre un 5% y un 13% (dato recogido en la versión española del Inventario de Depresión Infantil, CDI, Kovacs 2004, 22).

 

En esta investigación se realiza un rastreo de casos (screening) en población escolar adolescente. La imposibilidad de realizar un estudio sobre la depresión de mayor alcance nos ha obligado a circunscribirnos a la zona sur de Madrid capital. A partir del trabajo realizado, se revisan relevantes cuestiones teóricas sobre la depresión en la etapa adolescente, al tiempo que se brindan pautas preventivas para aplicarse, sobre todo, en los centros escolares.

Investigación realizada

La investigación se realizó durante el curso 2005-2006. Tras seleccionar el Inventario de Depresión Infantil (CDI), se aplicó la prueba en el primer trimestre del curso y posteriormente se corrigieron los cuestionarios y se extrajeron las conclusiones durante el resto del año académico. La investigación, autofinanciada, se ha realizado en su totalidad por el investigador Dr. Valentín Martínez-Otero, quien agradece al Servicio Informático de Apoyo a la Docencia y a la Investigación de la Universidad Complutense de Madrid, haber realizado el análisis estadístico de los datos.

Muestra

La muestra total está compuesta por 244 alumnos adolescentes de segundo curso de Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O.), pertenecientes a cinco centros (3 públicos y 2 privados) de la zona sur de la capital madrileña. La media de edad de los alumnos es 13, 28 años.

De la referida muestra, 130 personas corresponde a varones y 114 a mujeres, 124 son alumnos de centros públicos y 120 de institutos privados, y finalmente, 171 son alumnos nacionales y 73 inmigrantes. Por tanto, esta muestra es homogénea en lo que se refiere al número de varones y mujeres, así como en lo concerniente al número de alumnos de centros públicos y privados. Es heterogénea, en cambio, en el número de escolares autóctonos e inmigrantes.

Resultados y discusión

  

La sintomatología depresiva se presenta en mayor cuantía en mujeres y en inmigrantes. En relación al tipo de centro no se han obtenido diferencias significativas.

De las tres variables consideradas, las diferencias más relevantes en depresión se registran en relación con el género. No nos sorprende este dato, ya que desde la adolescencia el predominio de la depresión en la mujer es notorio.

Es sabido que la mayor frecuencia de la depresión en el género femenino es atribuible a factores de índole biopsicosocial. Sin perder de vista el impacto de las causas hormonales y personales, hay que hacer todo lo posible para evitar las negativas situaciones sociales que todavía gravitan sobre las mujeres, incluso desde la etapa adolescente. Las mayores presiones y las menores posibilidades de realización personal explican, en gran medida, el incremento de las depresiones femeninas respecto a las masculinas.

En cuanto a la mayor presencia de sintomatología depresiva en adolescentes inmigrantes con respeto a los autóctonos, hay que pensar, entre otras causas, en la vivencia del desarraigo y en los problemas de inadaptación y exclusión en nuestro país.

Los inmigrantes están expuestos al estrés del asimilacionismo y a situaciones de rechazo de tonalidad racista y xenófoba. La ausencia o falta de consistencia en los programas interculturales en los centros escolares deja a los alumnos inmigrantes en situación de vulnerabilidad a la segregación y a la hostilidad, con las consiguientes consecuencias psicopatológicas. Estos negativos efectos aumentan en los casos en que los adolescentes carecen del necesario soporte sociofamiliar y económico. Cuando los adolescentes disponen en su entorno extraescolar de suficientes recursos psicológicos y materiales, es más fácil preservar la salud mental.

Conclusiones

En aras de la prevención (primaria, secundaria y terciaria) de la depresión en la adolescencia, es preciso insistir en que este trastorno debe investigarse mucho más en esta etapa. El trastorno del estado del ánimo en la adultez está muy estudiado, pero no sucede lo mismo en la niñez y en la adolescencia.

Los cambios acelerados que acontecen en la sociedad y en la escuela, exigen un mayor interés hacia una enfermedad que no respeta a ningún grupo de edad. Entre las causas de la depresión en la población escolar, hay que considerar conjuntamente:

– El aumento de la tecnificación y la debilitación de las relaciones humanas en los centros de enseñanza.

– La facilidad para conseguir drogas.

– La inadecuada política educativa intercultural, que lleva a un significativo número de escolares a sufrir hostilidad o exclusión.

– La debilitación de la institución familiar, lo que deja a un buen número de alumnos sin los recursos personales suficientes para hacer frente a los conflictos cotidianos.

El deterioro de la comunicación y de las relaciones escolares constituye un factor depresógeno. Por desgracia, no escasean los centros escolares que están presididos por la rivalidad feroz y el individualismo. No es extraño tampoco que el aislamiento y la despersonalización avancen, a medida que la tecnología se usa inadecuada o abusivamente.

El mundo de la escuela se halla, asimismo, sacudido por la violencia, hasta el punto de que en algunos centros se pone en grave peligro la integridad personal y la educación se torna misión imposible.

 

El abuso de alcohol y otras drogas, muy asociado a la violencia, tiene a menudo consecuencias nocivas en la salud mental. Es conocido, por cierto, que los adolescentes acceden con gran facilidad a las drogas y al alcohol. Así como la depresión puede empujar a los escolares hacia las drogas, también puede suceder al revés, esto es, que la drogadicción desencadene un estado depresivo secundario. Por lo mismo, los centros educativos deben contar con programas pedagógicos encaminados a informar y a formar a los alumnos sobre el consumo y el abuso de las drogas.

Así pues, a nivel preventivo primario, en los centros escolares son fundamentales las medidas educativas en un marco de convivencia. Es preciso promover la inclusión y la participación responsable de todos los educandos, así como la construcción de un clima social presidido por la cordialidad, la confianza y la seguridad.

La implicación de la familia es igualmente básica. La creación de escuelas de padres es algo muy recomendable, pues les ayuda a desplegar sus potencialidades emocionales, comunicativas y formativas.

La labor de profesionales, suficientemente sensibilizados y preparados, puede facilitar la detección de casos de depresión y la oportuna derivación hacia los profesionales e instituciones de salud mental.

En definitiva, al identificar algunos factores psicosociales de riesgo, se han presentado algunas pautas preventivas que, además de neutralizarlos, favorecen la construcción de instituciones más saludables y genuinamente educativas.

Sobre el autor:

Valentín Martínez-Otero, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, es Doctor en Psicología y Doctor en Pedagogía. Es también Especialidad de Psicología Clínica y Experto en Psicopatología y Salud. Sus líneas principales de investigación se corresponden con las Ciencias Cognitivas y el desarrollo saludable de la Personalidad.

 

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